Tuesday, February 9, 2010

Abuela, lo que me hiciste fue “de madre”

José Francisco Núñez


Querida Mamá Monga (acuérdate que nunca te dijimos abuela), déjame decirte que no es necesario que reitere lo agradecido que he vivido de ti. Sabes que hay razones de sobra para que te exprese mi eterna gratitud.

Un día como hoy, en que me siento sumamente mal, aquejado por la pandemia de gripe que afecta al país, estoy seguro de que tu primera acción habría sido hacerme bajar aquel trago de higuereta, que me sacudía hasta lo más profundo de mis entrañas. A pesar de lo amargo que era, me lo tomaba con cierta tranquilidad, pues estaba seguro de que por lo menos una hora más tarde, tú me llevarías a la cama el tradicional “aguají” que con tanto amor me preparabas con cilantro ancho y plátano asado bien machacado.

Abuela, no tengo que repetirte cómo te agradezco el que me libraras de la pela más grande que me habría dado abuelo Papá Fabián cuando se me rompió su preciado Colín (o Collins, que fue la primera marca de machete que llegó al país). Te juro que no se de dónde se me ocurrió usarlo aquella mañana en que salió para el pueblo. No me lo vas a creer, con tan solo asomarlo a una mata de guásara quedó hecho pedazos, como queda el corazón de un hombre cuando la mujer que ama le da “layoff” inesperadamente.

Estoy seguro de que me libré de esa pela porque tú se lo pediste. El siempre te complacía en cosas como esas con tal de que tú lo perdonaras los domingos por la noche cuando llegaba a casa después de “volarte la cerca”.

Bueno, yo se que tú estás de lo más entretenida hablando con tus comadres ahí en el Paraíso y no quiero quitarte mucho tiempo.

“Resulta y sucede a ser”, como solías tú decir, que, como te dije, tengo una gripe que me está llevando el mismo diablo. También comenzó a dolerme una muela por primera vez en mi vida. Recordé aquel día en que Chale, el encargado de la finca, usó una cuerda de alambre dulce, conectó su muela de atrás a un clavo de la puerta y se la extrajo de un tirón. Te juro que, aunque como tú sabes, tengo una lengua tipo AK-47, no me siento capaz de llevar a cabo semejante hazaña.

Para colmo, acabo de tener con una amiga una refriega más grande que la que se produjo aquella madrugada del Día de la Altagracia en la casa de Juan María García, la que dejó como resultado siete personas muertas, más una chiva, que era propiedad de uno de los victimarios. ¿Te acuerdas, que al día siguiente la chiva salió berreando por la radio en El Suceso de Hoy? Por suerte, en este caso, no hubo lesionados físicamente, pues todo ocurrió casi vía satélite. No se si tú sabías que las cosas han cambiado tanto aquí abajo que uno puede pelearse “cibernéticamente”. Tú no vas a entender eso abuela.

Te diré, que además de las medicinas que he estado tomando, se me ocurrió hacer un te, o, como decíamos en el campo, una tisana. Le puse jengibre, dos limones partidos en cuatro pedazos, ajo, cebolla, hojas de naranja, limón, sábila y albahaca (para la ronquera). El pecado mortal lo cometí cuando le vacié a la olla un pote completo de miel de abeja.

Puse todo a hervir y me senté en el patio a leer, al tiempo que disfrutaba del agradable aroma que salía de la casa. La gran sorpresa me la llevé cuando, de entre la mata de mango y la de aguacate, se desprendió un enjambre de abejas, cayéndome todas encima sin mediar aviso alguno. Se parecían a la escopeta de tío Patricio, que era de “doble repetición”. Me picaron cinco y creo que una de ellas era de las llamadas africanas, pues era de mi mismo color.

Abuela, sé que yo era tu nieto de confianza, pues siempre me lo contabas todo, pero nunca me explicaste que el olor de la miel hervida llama a las abejas. Tú sabes muy bien que este Phylum, Artrópodo, cuyo nombre real es Apis mellifera y que pertenece a la familia de los Apiidae (Ápidos), puede detectar la presencia de un ser humano a kilómetros de distancia. Con lo inteligente que eres, al menos, pudiste dejarme saber que había una pequeña colmena en la mata de aguacates.

Te diré, querida Mamá Monga, que ahora estoy doblemente jodido, pues tuve que fumigar el patio y quedarme encerrado en la casa hasta que se marche la última de ellas.

Abuela, no me puedo explicar porqué estas abejas, que supongo estaban tan confortables en la mata de aguacate y la de mango, no hicieron lo que hizo Leonel Fernández, quien, sin tener que clavarle las pezuñas a nadie se quedó cómodamente “Subido en el Palo”.

Por si te sirve de consuelo, te diré que ya no le tengo miedo a los muertos como me ocurría cuando era chiquito y me metía cada madrugada en tu cama debajo de la sábana entre tú y abuelo, cada vez que me salían en pandilla. Ahora es totalmente al revés, aunque te parezca extraño, les tengo casi terror a los vivos. No a todos, pero sí a muchos de ellos, y lo malo es que tú no estás para que me protejas. Abuela, perdona la molestia y sigue descansando en paz. Se despide con amor, tu querido nieto Frank.

No comments:

Post a Comment