Friday, February 12, 2010

Los Tres "Mosquiteros"

José Francisco Núñez


No vayan a pensar, amigos lectores, que el encargado del Typesetting cometió error alguno al escribir el título de mi columna. En ningún momento he querido decir “Mosqueteros”, sino “mosquiteros”.

No hay dudas de que los tres protagonistas de este relato tenemos, en cierto modo, alguno parecidos con Athos, Porthos, y el jesuita Aramis, esos interesantes personajes de la novela de Alexandre Dumas (padre), titulada originalmente en francés como “ Les Trois Mousquetaires”. Aunque no fuera así, siempre habrá a nuestro alrededor un D'Artagnan, tendremos el compromiso de proteger a alguien, aunque no se trate de la reina Ana de Austria y alguien contra quién combatir, aún cuando no sea un Cardenal Richelieu o una Lady de Winter.

De todos modos, los tres pudiéramos acercarnos más a la figura de Aramis por aquello de haberse dedicado a las funciones clericales.

Como bien saben muchos de nuestros lectores, aunque no lo parezca, Mosquetero y Mosquitero tienen mucho en común, de modo que uno puede ejercer las funciones definidas en ambos términos apropiadamente. Veamos: El diccionario ofrece la siguiente definición acerca de la palabra Mosquetero: “Soldado armado con mosquete”. El moquete es una especie de fusil antiguo de alto poder, el cual era usado por los guardias para proteger vidas y bienes de algunos potentados.

En cuanto al término Mosquitero es definido del siguiente modo: 1)“Especie de cortina de gasa o tela fina que se coloca colgada sobre la cama y cubriéndola para impedir que piquen o molesten los mosquitos”.

2) “Tela metálica o de otro material, muy tupida, que se pone en puertas y ventanas para impedir que entren insectos”.

Como bien se puede observar, en uno y otro caso se trata de una especie de “protector”, cuya función consiste de cuidar de alguien, protegerlo y defenderlo de ciertas especies, ya se trate de un ser humano o de una alimaña. Que conste, también en este último caso se pueden ser las dos cosas al mismo tiempo.

Casi desde nuestra propia infancia, en numerosas ocasiones, a mi equipo, “el grupo de los tres”, nos ha tocado la función de servir de Mosquetero o Mosquitero a personas que nos han considerado poseedores de la idoneidad necesaria para servirles de “mentor y guía”, o con suficiente caparazón como para defenderles, aún cuando tengamos que enfrentarnos a individuos tan poderosos con el Cardenal Richelieu.

Al escogernos para desempeñar tan complicada función posiblemente no se han equivocado. Donde la han metido “hasta donde le dicen Cirilo”, es al creer que nuestra trabajo no tiene que ser adecuadamente retribuido, aún cuando, para ser honesto, siempre ha sido reconocido.

Unas veces hemos tenido que desempeñarnos como Mosquetero, otras como Mosquiteros, y en ocasiones como las dos cosas a la vez. Casi siempre nos encontramos en la línea de fuego, listos para proteger al rey o a la reina. Siempre lo hacemos con gusto, con disposición y apegados a los más elementales principios de la solidaridad humana. Pareciera incluso, que, aun cuando protegemos las puertas del palacio, no nos interesa para nada saber qué cosa hay en su interior, qué come la reina o qué toma el rey.

Aramis, quien suscribe, Athos (para el presente caso léase Arthurus) y Porthos, que en este caso llamaremos “Ehusebius”(este por cierto no se parece Porthos, pues por el contrario, no es vanidoso, hablador, ni ha cortejado la esposa del gobernador), casi siempre, sin proponérnoslo, tenemos que introducir las manos en “la candela”, para sacarle las castañas del fuego a alguien.

Como relataba anteriormente, unas veces actuamos como Mosqueteros, otras como Mosquiteros, y; en ocasiones como ambas cosas a la vez. Casi siempre que nos juntamos, nuestras conversaciones no tienen que ver con asuntos nuestros en particular, sino con situaciones extrañas que se presentan en nuestro entorno y como de costumbre, terminamos analizando situaciones que nos dejan poco beneficio, al menos, en el orden metálico.

Últimamente, nos hemos estado preguntando por quién “carijo” y mediante qué decreto hemos sido nosotros designados para desempeñar tan complicadas y delicadas funciones al servicio de algunos engaña bobos.

En estos días en una acción trilateral decidimos tomarnos un descanso, una pausa. Hace unas semanas disfrutamos placenteramente en la enramada de la casa de una amiga común, donde degustamos un suculento manjar rodeados de patos, tortugas, peces de colores, en el marco de un grandioso y profundo lago y decenas de frondosos árboles frutales.

Mis dos compañeros juran y perjuran que, a pesar de todo, estamos viviendo nuestros mejores tiempos. “Sin embargo, como que nos falta algo”, concluían. En principio pensamos establecer una fundación sin fines de lucro para seguir ayudando, protegiendo a humanoides, pero hemos decidido conseguir nuestras respectivas licencias de Pastor y fundar una congregación que he denominado “Iglesia al Servicio de los Santos de los Mejores Días y Los Tres Mosquiteros”. Todo está bien claro, el destino nos ha escogido para salvar almas. Aunque nadie nos saque nuestras castañas del fuego cuando están cogiendo candela.



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