Friday, February 12, 2010

Fernando Valerio: “No quiero llanto”


José Francisco Núñez


Debo admitir que aunque nunca tengo prisa, creo que en ocasiones sufro del “síndrome del desesperado”, condición que no sé si existe científicamente, pero la que considero se apodera de mí en momentos especiales.

Resulta que al enterarme de la “muerte anunciada” de mi colega y amigo Fernando Valerio; y conociendo la situación por la que venía atravesando, tanto en el aspecto físico como socio-económico, no podía esperar a observar las imágenes de todos los que acudirían a su velatorio y posteriormente al sepelio. Imaginé la presencia allí de “Funcionarios, autoridades civiles y militares, así como representantes del Clero y la Sociedad Civil”.

Es lógico que así fuera tratándose de un profesional de su talla, que en más de una ocasión puso en peligro su vida con la lectura de noticias y “Co-men-tan-do”, gracias a lo que en parte debemos la democracia que hoy disfrutamos, por cierto, con una buena dosis de libertinaje. Su voz surcaba las ondas radiales desde Radio Mil, situada en el corazón Villa Juana, precisamente en las cercanías de donde operaban algunos de los “cuarteles” de las huestes paramilitares de la década del setenta.

Eran tiempos difíciles, en los que todavía mucha gente creía que todo cuanto leía el locutor era escrito por él y no por otra persona ubicada en la sala de redacción. De ahí que las bombas, las golpizas o amenazas eran dirigidas tanto al periodista como al locutor de noticias. Ciertamente, el enemigo era lo suficientemente hábil como para detectar, basándose en el tono empleado por el profesional del micrófono, si este estaba de acuerdo con la nota que leía. Incluso, por el lenguaje y estilo utilizado podía advertir quién escribió el comentario o editorial, aunque no se mencionara el nombre del autor.

La profesionalidad y el sentimiento que todos estos hombres transmitían al oyente parecían estar inspiradas por alguna entidad divina. Recuerdo una tarde en la que me eché a llorar al escuchar al maestro Bueno Torres leyendo un “CO-MEN-TAN-DO”, criticando los desmanes de la Banda Colorá. Cada día se escuchaban en Radio Mil Informando los comentarios y editoriales contra la represión, unos leídos por Bueno Torres, otros por Joaquín Jiménez Maxwell, director general de Radio Mil y Radio Mil Informando, y otros por Wilfredo Muñoz, al igual que por Fernando Valerio. No solo eran maestros de la locución, sino hombres de coraje. Muchos locutores y periodistas se salvaron “de chepa”.

Lo mismo ocurría en Noti-Tiempo y la Historia de la Noticia en Radio Comercial. Me resulta imposible olvidar a Juan Bolívar Díaz, y los locutores Pedro Pérez Vargas, Darío Aracena, Reynaldo Balcácer, Miguel Núñez y Johnny Díaz; a quienes en parte debo mi carrera profesional. También ocurría en Radio Continental con Radio Reloj Nacional, donde Luís Armando Asunción lo arriesgaba todo y con quien trabajó Valerio por muchos años. Mas tarde, pero por corto tiempo, pasaba lo mismo en Radio Popular con Pérez Vargas, Wilfredo Alemany y Jorge Herrera, quien corría todos los riesgos cuando diariamente, de manera inesperada y con tono amenazante soltaba aquella expresión que rezaba: ¡Pero no se apuren…! Eran profesionales de alto calibre, donde no se usaba la compra-venta por parte del gobierno de turno o los políticos de oposición. En otras palabras, eso no se vendía en botica.

De ahí viene Fernando Valerio, hacedor junto a otros muchos profesionales de la pluma y el micrófono de nuestros políticos de hoy, muchos de ellos mal agradecidos y sin memoria, que olvidan que si no hubiera sido por voces como las de él hoy día seguirían, unos ejerciendo en sus empolvadas ciudades, montando en carros de concho, y muchos otros sembrando batata y yuca, sin que nadie supiera de sus existencia.

La última vez que hablé con él fue en una ocasión que me llamó desde Tampa. Me hizo saber que aquellos políticos y politiqueros a quienes ayudó a conquistar fama y fortuna se habían olvidado de él tirándole la puerta en la cara y que la única persona que le seguía tendiendo la mano era su primo Pedro Díaz Ballester

No hace mucho se me salió el alma del cuerpo al leer una nota en el periódico digital Severo Rivera/Revista Informativa, acerca de su situación y en la que el autor daba cuenta de que un grupo de locutores, encabezado por el colega y hoy destacado psiquiatra Manuel Mota Castillo estaba organizando una “Cadena de Amigos por Internet” para que aportáramos una pequeña cuota mensual con el fin de darle una pensión a nuestro querido colega, ante la escasa probabilidad de que el Estado se la otorgara. A la campaña se unieron de inmediato Rubén Darío Aponte, Ramón Sanabia, Joe Martínez, Ramón Aníbal Ramos y Hugo Adames, entre otros.

La nota anterior de la revista se derivaba de la siguiente comunicación titulada: “Lo que escribió Manuel Mota”. “Honorables: Hace poco que le escribí a una persona que es amiga del Presidente para pedirle que le solicitara al Ejecutivo una pensión para nuestro amigo. Como no hay garantía de que ese pedido llegara a su destino, quiero sugerirles que arreglemos nuestra propia pensión para Fernando.

Quizás con los medios de comunicación disponibles (el blog de R.A., la radio de Sanabia y Hugo Adames y otros más) podamos reunir un grupo que se comprometa a una suma mensual y uno de ustedes se haga responsable de enviársela a la RD. Me inscribo con $25.00 para “echar la bola a rodar” pero cualquier cantidad podría ser bien recibida. Me explico, un antiguo radioescucha de Fernando que solo pueda aportar $5.00 mensuales sería bien recibido. Por otro lado, si solo hay 3-4 voluntarios entonces mi aporte puede ser de $50.00. Por favor, me dejan saber si les parece bien la idea”.

Todavía en pleno siglo XXI hay quienes mantienen la teoría de que “los líderes (políticos) nacen, no se hacen”, algo que particularmente yo considero un craso error, pues si no fuera por nosotros, periodistas y locutores, muy pocos conocerían y mucho menos seguirían a alguien que no aparece en los medios de comunicación. Nótese que la labor del periodista y el locutor consiste en hablar de otros, jamás de sí mismo, pues en ese caso se violaría la ética profesional, la cual por cierto hace mucho comenzó a escasear.

En lo que a mi respecta, soy de los que se arrepienten de haber contribuido durante mi ejercicio profesional en mi país a crear tantos héroes y líderes de piedra, no de barro, porque en todo caso, si fueran de barro uno podría hacerle un hueco y meterle un corazón, aunque fuera de cerdo. Quiérase o no, como estrella de la locución dominicana, con su voz excepcional y su profesionalidad radial, Fernando Valerio aportó mucho a nuestra democracia, aunque fuera leyendo lo que otros escribían, después de todo, ninguno de los que le redactaron, por mucho que lo sintieran lo habrían podido comunicar como él.

Si usted pudo y no hizo nada para ayudarle cuando le necesitó, no creo que a Fernando le interese su llanto. Por cierto, no creo que a mi amigo, el periodista José Alberto Sánchez - Sanchito, le haya importado. Total, tampoco le concedieron la pensión. “…Unos van alante, y otros van atrás…”


No comments:

Post a Comment